lunes, 11 de abril de 2011

A la hora de cenar

A la hora de cenar siempre llamaba mi abuela. Puede que lo hiciese con intención de pillarnos a todos reunidos. Cuando nos dejó, el teléfono estuvo de luto hasta que mi hermana recogió la herencia.

A las 20:48:

-¿Diga?
-Buenas noches, mi nombre es Claudia
-¡Qué nombre tan bonito! Yo me llamo Carlota y estoy cenando brócoli cocido con queso fundido por encima pero dígame.
Aquí ya empieza un poco la confusión
- ¿Tiene usted Internet en casa?
- Sí
- ¿Está contenta con su funcionamiento?
- Sí, bastante
- Le llamaba de Yazztel para...
- ¿Pero Yazztel con una z o con dos?
En este punto Claudia no entiende nada
- Con dos, le llamaba para ofrecerle...
- ¿Precio más baratos? Supongo que es eso. Mire, no le quiero ofender, muchas veces he colgado directamente porque sé de qué van estas cosas. Estoy cenando y supongo que usted a la hora de cenar se encuentra cansada, abrumada de tanto ajetreo o incluso le duelen los oídos y si está todo el día sentada su trasero sufrirá un endormecimiento bastante incómodo. A esta hora solo llama mi hermana a casa y mi abuela a la memoria. Que duerma bien.

domingo, 10 de abril de 2011

El hada de Güell

Había un hada en el parque Güell. Con una armónica desafinada y una sombrilla por seta. Fibras blancas en tu cabeza esculpen un moño al estilo japonés. Las gafas teñidas de caramelo se resbalaron por su nariz exponiendo sus ojos de un azul fantástico. Tu melodía sin compás, mi cámara de espía y su mirada sobre la mía.

El origen del amor

Last time I saw you
We had just split in two.
You were looking at me.
I was looking at you.
You had a way so familiar,
But I could not recognize,
Cause you had blood on your face;
I had blood in my eyes.
But I could swear by your expression
That the pain down in your soul
Was the same as the one down in mine.
That's the pain,
Cuts a straight line
Down through the heart;
We called it love.
"The Origin of Love"
by Hedwig and the Angry Inch

martes, 5 de abril de 2011

Aguanta

Ella espera hasta el último momento para respirar. Aguanta hasta que le tira el pecho. Cierra los ojos tan fuerte que le duelen los párpados. No los quiere abrir, no quiere respirar porque sabe que en el mismo instante en que vuelva a vivir, morirá de pena. Los labios se vuelven pastosos y negligentes. Los ojos traidores del corazón arrojan la pena en lágrimas. Su piel como cuero se desgarra por las muecas de dolor. Respira. Llora. Vive. Avanza.